Podría prescindir de muchas cosas; de hecho, podría prescindir de la mayoría de las cosas que tengo. Pero no de ellas, mis princesas, porque ellas son únicas e irrepetibles. Y me he enamorado. Mejor dicho, me han enamorado.
Despertar y escuchar algún gruñido incomprensible seguido de contorsiones de sus cuerpos. Sus ojos fijos en nada, se despiertan despacio. Tostadas, tostadas quemadas y mantequilla, también nocilla. Comer nocilla directamente del bote, en la cama, y manchar las sábanas. Vasos que se van rompiendo a pesar de que cada vez que uno se rompía, prometíamos tener más cuidado la siguiente vez. Hace sol y la luz y las ganas de comerse al mundo inunda sus miradas. Playas. Pero no playas cualesquiera, playas de arena de coral y agua cristalina. Transparente y clara, como mis princesas. Playas con dunas enormes y nuestros cuerpos rodando ladera abajo. Arena hasta en los lugares menos sospechados. No importa que la arena de la montaña abrase nuestra piel, la caída merece la pena. Comidas compartidas, exceso de macarrones "para 4 personas" y exceso de queso. Exceso también de pizza, hamburguesas y sandwiches. Macarrones cocidos y robados de los platos ajenos. No hay salchichas para todas. Ensaladilla para desayunar. Tortilla sospechosa...Y guaguas para llegar a cualquier sitio. Maletas transformers, colchonetas y una sombrilla regalada por el simpático recepcionista, Antonio. Snorkle, peces de colores, aletas "de sirena", gafas y tubo para respirar. Ojalá os estuviera respirando justo ahora, que escribo esto de nuevo en mi sofá azul. Pero no sólo día. También la noche. Con ese vestido luces realmente preciosa. Se maquillaban y se arreglaban el cabello, tengo grabado cada uno de sus gestos. Tranquila, que siempre estaré para pintarte la línea sobre el ojo con el eyeliner que te regalamos. ¿Dónde está la diadema que llevabas ayer? ¿Me prestas tu falda? Trapicheos "ilegales" con ropa, maquillaje y hasta pasta de dientes. Intercambio de sonrisas. Noches alocadas, que no sabemos ir "tranquilas". Y muchachos perdidos de puerto en puerto. Mis princesas encallaron en algunos de esos puertos también, apasionadas y divertidas, sin pensar en qué pasará, sin preocupaciones. De si ayer te vi no me acuerdo. Excepto José y aquel camarero tan lindo que me regaló una bengala por petición vuestra, para celebrar mi cumpleaños. Happy hour, cubatas, chupitos, cocktail. Tan ebria de felicidad "que no controlaba mis movimientos". Todos esos bailes, sobre tacones altos, que nos acercaban a las estrellas. Las dos veces que me cantasteis "cumpleaños feliz" una por la hora de la península, otra por la hora de la isla. Me alzasteis riendo, nadie allí sabía que celebrábamos mis 18 años. La tarta sorpresa con todas sus velas. La manera que tenéis de hacerme llorar y aunque mi vista se empañara, la forma que tenéis de hacerme sentir que seguís aquí. Vuestra forma de darme abrazos, sonrisas, miradas... Vuestra forma de ser. Eso, única e irrepetible.
Maniáticas del orden o del desorden, delicadas, descuidadas, dulces y picantes, enfadadas y perdonadas tras una sonrisa, tardonas y excesivamente puntuales, honestas, caprichosas a veces y complacientes otras... Vosotras...
El último amanecer en la playa de aquella isla. Sólo unas pocas pudimos verlo tras horas de frío y chapoteos en la orilla de noche. Apoyadas las cabezas en las demás, confiando deseos a las estrellas.
"Y qué más da si en la playa nocturna confundimos gaviotas con estrellas fugaces si el deseo era el mismo? Volveremos. O quizá nunca nos vayamos."
Nuestro viaje "terminó" con el comienzo de un nuevo día. Porque no es más que eso, un nuevo comienzo, de mi vida adulta, que espero seguir llenando con vuestra presencia.
"Seamos realistas. Pidamos lo imposible"
Entonces...
"Que sigamos juntas para siempre."
Y aquella llorona apagó las velas soplando...
Gracias