Me pregunto a veces cómo puedo dudar de la eternidad de esto que siento, si cada día que lo veo soy consciente de cuánto le quiero.
El vacío que me ha dejado cuando se ha marchado en el autobús y las ganas de llorar que me han entrado. ¿Hormonas?
Camino hacia casa lamiéndome los labios, intentando rescatar hasta el último ápice de su sabor, pero no lo encuentro. El aire corre y mis labios están secos otra vez, pero aún guardan calor. Quiero besarle.
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