-La planta se está marchitando. ¿Piensas regarla?Pero no contestó. Guardó su gorra y sus zapatos.
-¿Me oyes? Está seca...
Envolvió cuidadosamente su sonrisa y la dejó sobre la cama. Me miró un instante y comenzó a llorar. Pero no se detuvo. Continuó guardando todo lo suyo hasta dejar nuestra habitación medio vacía.
Se puso la chaqueta, cogió la maleta y atravesó la habitación sin una palabra.
Y allí estaba yo, con esa planta marchita en las manos.
Salió con todo lo que le pertenecía y abandonó la sala.
Estaba tan concentrada en ver cómo caían los pétalos de las flores que no me di cuenta de que hacías las maletas para marcharte y no volver.
Pero su olor seguía allí. Abrí las ventanas para dejar correr el aire de las estaciones. Y desapareció su olor.
Me senté a esperar a estar tan enfadada que no me quedasen mas ganas de quedarme.Barrí el suelo y tiré las plantas marchitas a la basura.Recogí mis pedazos e hice mi propia maleta.
Ahora no queda nada en esa habitación. No queda nadie.
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