...y las líneas que definen sus párpados, siendo traspasadas por lágrimas. Las de ambas.
Para abrir una puerta no hace falta mirar por el ojo de la cerradura. A veces basta con llamar.
Las lágrimas que antes se habían diluido en el agua de la ducha se hundían ahora en la toalla, como su cara.
"Será mejor que eche la toalla a lavar.
No quiero secarme mañana con las lágrimas de ayer."
Querido espía: No te preocupes,
las palabras ya están dichas y no duelen dentro.
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