Desde el cielo, la estrella nunca se había dado cuenta de los felices que eran los humanos cuando Cupido los atravesaba con la flecha del sí-correspondido. Nunca, hasta que llegó un chico... Un chico tan alto, tan alto, que sus pies tocaban la tierra pero su cabeza estaba siempre en las nubes. Se (re)conocieron y vivieron la más linda historia de amor... la más linda... una muy linda... una linda... una... una historia de amor que se acabó.
No fue que la estrella perdiera su luz... Fue que los ojos de aquel muchacho se acostumbraron. Fue que aquel chico se cansó de encontrar sonrisas que admirar...
Y la tristeza se hizo parásito del corazón de aquella estrellita.
Una tarde, la pequeña confesó sus temores a sus amigas las flores.
...
"Y es que es tan extraño tener miedo... Porque tengo miedo. Miedo de que nadie vuelva a quererme jamás."
Las flores rieron para tapar la congoja, asustadas de conocer ese miedo, rieron e hicieron reír a la estrella. Qué miedo tan ridículo ese, a estar sola.
Más tarde se quitó las gafas del amor y se dio cuenta de que aquel chico era en realidad un meteorito errante, un trozo de piedra rodeado de hielo que flotaba en su propio aburrimiento. Pero para entonces, la estrella ya se había dejado llevar por las órbitas de cometas fugaces, que la quisieran sólo una noche, cuando el Sol no la mirara...
Lo que nadie sabía era que un muchacho llevaba noches asomado a la ventana, observando a aquella estrella que escondía su cara tras una sonrisa. El astro percibió su mirada y escuchó lo que tenía que decirle.
"Te quiero"
Siempre le digo a esa persona que es especial, pero jamás le conté el por qué. Quizá fui yo, que no quería tener miedo, la culpable de esto. Quizá todo ocurrió porque tenía que ocurrir. El caso es que aquí estamos, creando recuerdos.
Eres importante porque me hiciste volver a creer en mi brillo. Eres importante porque "entre todas las constelaciones, yo"
Gracias, cielo.
Y que tengas un feliz cumpleaños, pequeño.
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