Y sobre ella...
Dos inocentes que agarraron el cielo con las manos.
Dos inocentes que se unieron en un tierno beso.
Tan juntos, que les sobraba incluso la piel.
Piel de miel: de caricias y arañazos. Piel de rabia, de furia, de risas y de ternura. Piel de amantes.
Ojos, pechos, labios, manos, suspiros y algún quejido... ¿Puedes sentirlo? Eso de creerse salvaje, primitiva y terriblemente hambrienta. La sensación de perder algo y ganar a la vez. De perderte a ti misma para ser un mismo corazón. Por acompasar nuestros latidos, ya sabes a qué me refiero ¿verdad?
Dime, ¿sentiste cómo tus alas ardían de pasión entre los rayos del Sol?
Dos inocentes que olvidaron la inocencia, que conocieron el placer del pecado.
¿Pecado?
Pecado sería no aventurarse al paraíso prohibido.
Dulce niña, ¿dónde quedaron tus castillos de princesas olvidados?
Pero sólo se escuchaban suspiros en aquella habitación.
Esa sensación de la que tanto hablaban... Eso de entregarte hasta que perderte en el otro.
¿Dónde terminan tus labios y comienzan los míos?
Esa sensación de la que tanto hablaban... Eso de entregarte hasta que perderte en el otro.
¿Dónde terminan tus labios y comienzan los míos?
No hay mayor pecado que prohibirse creyendo que en verdad existen.
ResponderEliminarY si cada sensación y sentimiento han de abrir un nuevo mundo por explorar, pues bienvendios sean. No hay como la libertad de elegir sin temores al momento de ser feliz.
Buena semana, saludos!
=)