Mis dedos tocaban sin miedo a equivocarme, sin miedo a la caída...Esa sensación de libertad que se siente cuando ignoras las consecuencias. Esa sensación que da el aquí y ahora.
Yo caía y caía, deslizándome entre las notas, escondiéndome tras los silencios y reapareciendo en las corcheas, para que no le doliera mi ausencia.
Transformé mi voz en música. Las yemas de mi piel acariciaban la música, me transformaban en música y me permitían viajar a tus oídos.
A tus oídos y aún más profundo. Ya sabes dónde. (Ahí donde más duele)
Acaricié tu corazón con mi voz...
Al ver sus lágrimas conmovidas, lo comprendí. Se me había concedido la oportunidad de dar otro concierto y en esta ocasión, el público era el adecuado.
Mi música estaba siendo escuchada. Ahora sí.
Yo estaba siendo escuchada con seis sentidos.
Y comprendí que a veces, es necesario dejar escapar algo bueno para que venga algo mejor.
Aquellos
Mi voz...
Y tú...
...
La melodía sigue sonando.
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