La princesa no ríe, la princesa no siente.
La princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
Rubén Darío

En aquel tiempo yo tenía el sueño de una libélula entre los juncos del corazón.
Juan Carlos Mestre

En esos momentos de encuentro
entre la luna que sale y el sol que entra
las rojas libélulas.
Haiku

~Yo escribo lírica con sonrisas, en prosa.~
Tempus fugit. Carpe Diem








sábado, 4 de diciembre de 2010

Ella y él

Sin saber cómo, sus abrazos se han convertido en consuelo.

Él no puede sacársela de la cabeza, aunque la puerta esté abierta de par en par.
Ella suspira por amor... por un amor de esos de cuentos, con caballeros.

Él se vistió de caballero y se presentó en su puerta.
Y ella no supo qué hacer.
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¿Por qué? preguntó. Pero el silencio no responde...
Quizá sea que lo que quiere es amor barato. Amor de pegatinas. De ese que hace ilusión, (relativamente). De ése que no duele. Ni a él. Ni a ella.
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Se habría tirado a  sus brazos si tuviera la confianza suficiente. No en él. Sino en ella.
Y lo único que se movió fueron sus cabellos cuando sopló el viento.

Porque ella sabe que las acepciones de "abrazo" son diferentes según el diccionario. Y porque sabe, que si lo abrazara, haría mucho daño  justo en el momento en el que cesara el roce de la piel.

Será que no soy ninguna princesa de cuento... O que sólo me fijo en los sapos...

Que esta niña no quiere romper nada...
Pequeño, te regalaría un sacacorchos de oro si fuera necesario... 
Acabarás derribando ese pedestal. O el tiempo lo cubrirá de polvo...
Él y ella, que no son más que tú y yo.


Al final, ella le invitó a tomar café.

2 comentarios:

  1. No, no.
    A tomar café y mirar juntos cómo deja de llover.

    Cuando cese la lluvia, él volverá a su casa.
    Sin la princesa.

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