La princesa no ríe, la princesa no siente.
La princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
Rubén Darío

En aquel tiempo yo tenía el sueño de una libélula entre los juncos del corazón.
Juan Carlos Mestre

En esos momentos de encuentro
entre la luna que sale y el sol que entra
las rojas libélulas.
Haiku

~Yo escribo lírica con sonrisas, en prosa.~
Tempus fugit. Carpe Diem








sábado, 30 de abril de 2011

Mi libélula es para ti

-Una libélula. ¿La cuidarás?
-Bueno, primero tengo que encontrar u...

Pero no fue capaz de terminar la frase cuando vio que abría mis manos y dentro desplegaba sus alas una libélula dorada, de alas violeta.
No la cogió... Pero me envolvió entre sus brazos, me apretó contra su pecho y lloró.
Quizás no lo hacía aun con lágrimas, aunque yo ya sabía que pronto llovería el cielo de sus ojos.
Quise apartar su cuerpo del mío para contemplar una de las siete maravillas del mundo (del mío) y como siempre, puso resistencia. Esa fuerza con la que se empeñaba en ocultar su rostro en mi cuello...

Por favor...

Despacio, muy despacio, fueron cediendo las fuerzas y me dirigió sólo una mirada fugaz. Sonreía levemente. El agua se acumulaba en el límite minúsculo que separa sus ojos y sus párpados. Pestañeó y sonreí: la función daba comienzo y esas esferas de cielo brillante empezaron a bajar en silencio. Una procesión de caminantes silenciosos recorrían sus mejillas en peregrinación por su piel, hasta perderse en el infinito.
Suspiró, intentando que saliesen las libélulas que hice crecer en su pecho.

¿Ves esta libélula?
Silencio.
Es tuya.

Posé la libélula en su mano, que la cogió con delicadeza, como con temor a romperla. De repente, una estrella fugaz se precipitó desde su ojo izquierdo, cargada de amor. Definitivamente, aquel ángel estaba llorando el cielo... por mí.

Tremendo derroche que tanto amor se perdiera entre los hilos de alguna camiseta. Acerqué mi boca a su piel y posé mis labios sobre sus lágrimas. Saladas. Tan dulcemente saladas...
Me bebí cada una de las lágrimas derramadas. Me bebí su amor por mí, sentí la inmensidad del universo concentrada en cada una de esas minúsculas gotas...
Éxtasis
Pensaba que nunca volvería a sentir el amor... Pensaba que sólo la primera vez cuenta, que los demás son sólo para olvidar... 
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Que yo sólo quería hacerle feliz. Que yo sólo quería ser esa palabra sin sentido, cargada de significado. Que yo sólo quería ser partícipe de su felicidad... Qué egoísta... ¿no? Que no soportaba la idea de que fuera feliz sin necesitar mi respiración, mi voz, mi mirada... Ver mi sonrisa reflejada en la suya... Y me lo negó. Así de simple. Después de tanto, tanto tiempo... decidió mirar en otra dirección.
¡Que yo sólo quería hacerle feliz...!
Que tengo miedo de no volver a ser amada, de no volver a amar.
Que yo sólo quería hacerle feliz...
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Salado...
El sabor de mis lágrimas también es salado. Estallé en llanto sobrecogida por la sensación que se tiene cuando se evapora el miedo. Aquel llanto tenía tiznas de tristeza, que venían de aquel porqué que aún no he sido capaz de responder, y tiznas de alegría...
Aquel muchacho no sólo me mostraba el resultado de lo que la felicidad que yo le hacía sentir, sino que me dejaba beberlo. Es en momentos así que descubres la magia de la vida...
Ahora era Él quien observaba las perlas bajo mis pestañas... Ahora era Él el que me besó. Tiernamente, deslizó su dedo por mi mejilla y limpió el agua de aquella pequeña tormenta que se había desatado dentro de mí.

Gracias por darme la oportunidad a hacerme feliz, haciéndote feliz. Gracias por apostar por nosotros.

Te quiere, tu artífice de sonrisas y lágrimas.



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